VOCES DEL
CAMPO
A veces
callada y ronca
Tienen los
campos sus voces
Y cuanto se
desconoce
De su
silencio y su bronca.
Tierna la voz
del mensual
Niño aún o
jubilado
Mira contento
y callado
Lo poco de su
jornal.
Habla hacia
adentro el puestero
Conocedor de
derrotas,
De rastra
bombacha y botas
No deja de
ser obrero.
La mujer
contar anhela
De su trabajo
sin tregua
Y los chicos
de las leguas
Que galopean
a la escuela.
Voz amarga el
chacarero
Que después
de echar el resto
Comido por
los impuestos
Abandonó los
potreros.
Es grito en
el ferroviario
Y se
comprende también,
Porque ha
sido y es el tren
En el campo
necesario.
Es murmullo
en la vigilia
Del rancho
que mira mudo
Como viven
los peludos
Donde vivió
la familia.
Voz áspera el
mayordomo
Que calla y
vive en el medio
Si saber
hallar remedio
Para aquel
que agacha el lomo.
Como hay otra
que no muere
Y empareja la
balanza,
Y es la voz
de la esperanza
De la gente
que te quiere.
No tienen voz
ni los perros
En los campos
de Las Flores
Si los
compran inversores
Simpáticos
testaferros.
Candado que
cierra y odia,
Silencio,
abandono y muerte
Con llaves en
cajas fuertes
Que Buenos
Aires custodia.
Discursos que
se dirigen
Con muy
buenas intenciones
Y olvidan los
cañadones
Que fueron
del aborigen.
Un vozarrón
sin sosiego
Tozudo y
perseverante,
Cuenta
historias de inmigrantes
De Tanos y de
Gallegos.
El campo
lucha y conversa
Con sus locos
y borrachos
Y con los
pocos muchachos
Que ha vivir
en él se esfuerzan.
El campo
conversa y lucha
En parajes del
olvido
Y su voz
tiene un sonido
Que casi
nadie lo escucha.
Pablo Solo
Díaz,
Las Flores, 31 de marzo de 1992.
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